-¡Oh, si pudiera llegar a saber…! -exclamó Knecht-. ¡Si hubiera
una doctrina, algo en que poder creer! Todas las cosas se contradicen, todo
pasa corriendo, en ningún punto hay certeza. Todo puede interpretarse de una
manera y también de la manera opuesta. Cabe explicar la historia entera del
mundo como desarrollo y progreso, y también considerarla sólo como ruina y
sinrazón. ¿Es que no hay una verdad?¿No hay una doctrina legítima y válida?
El maestro no había oído nunca hablar con tal vehemencia.
Siguió andando un espacio más y dijo luego:
-¡La verdad existe, querido! Lo que no existe, empero, es
esa “doctrina” que anhelas, la doctrina absoluta, perfecta, única que da la
sabiduría. Tampoco debes ansiar una doctrina perfecta, amigo mío, sino la
perfección de ti mismo. La divinidad está en “ti”, no en los conceptos o en los
libros. La verdad se vive no se enseña. José Knecht, prepárate para
luchar: bien veo que las luchas están empezando ya.
"El juego de los abalorios" Hermann Hesse