Todos, desde algún lugar de nuestro corazón, más que desde la lógica racional de la Tierra, quisiéramos tener una ayuda divina inmediata, un ser que custodie nuestros pasos para no errar el camino.
Así recordamos la idea de la existencia de los ángeles. Y tal vez nos preguntemos sobre la realidad de esos Seres libres de dogmas, de doctrinas y convenciones religiosas. Y sentimos que existen, sí, pero más allá de las ideologías y de las épocas.
Así recordamos la idea de la existencia de los ángeles. Y tal vez nos preguntemos sobre la realidad de esos Seres libres de dogmas, de doctrinas y convenciones religiosas. Y sentimos que existen, sí, pero más allá de las ideologías y de las épocas.
Son energías que provienen del corazón de la Verdad Universal. No fueron gestados por hombres y mujeres imperfectos, tampoco por semidioses ni dioses del Olimpo. Existen desde siempre, en el Núcleo de la Vida Universal, en un nivel de consciencia que todavía nos cuesta comprender. Estamos muy ciegos y sordos (aún con el perfecto funcionamiento de esos sentidos) para aceptar la maravillosa fuente del amor incontaminado que rige al universo y pone todo en su lugar y en su tiempo. Ese orden se debe y se mantiene, muchas veces, por la obra de los ángeles.
Los ángeles llegan a nuestra vida camuflados, en forma humana, sin alas físicas, como amigos, hijos, o instructores… y no los reconocemos. No terminamos de entender su palabra pacificadora, ordenadora. Sólo queremos escucharlos siempre que coincidan con nuestra limitada capacidad de comprensión.
Pero ellos no son sobornables, ni se distraen. Cuando integran nuestras familias, o componen el aula en una escuela, cuando irrumpen en un grupo cualquiera para dar su ayuda de orientación, y recuperación del valor esencial, solemos desoírlos y hasta contradecirlos. Y opinamos con mucha liviandad: “es alguien que piensa distinto”, casi desmereciendo su altísima capacidad de amor y servicio.
Muchas veces, permanecen un pequeño período en nuestro mundo material. Otras, son varios años los que le regalan a la familia o sociedad que los alberga. Y siempre dejan su marca, su huella de pasos sutiles, pero tan bien asentados en la verdad. Algunos de esos ángeles, son maestros, médicos, escritores, artistas, pero siempre los distingue su mesura, su sensatez. Son como flores humanas de fragancia celestial. Tienen cuerpos y nombres terrenales. Y hay gente que tiene el privilegio de conocerlos.
Pero ellos no son sobornables, ni se distraen. Cuando integran nuestras familias, o componen el aula en una escuela, cuando irrumpen en un grupo cualquiera para dar su ayuda de orientación, y recuperación del valor esencial, solemos desoírlos y hasta contradecirlos. Y opinamos con mucha liviandad: “es alguien que piensa distinto”, casi desmereciendo su altísima capacidad de amor y servicio.
Muchas veces, permanecen un pequeño período en nuestro mundo material. Otras, son varios años los que le regalan a la familia o sociedad que los alberga. Y siempre dejan su marca, su huella de pasos sutiles, pero tan bien asentados en la verdad. Algunos de esos ángeles, son maestros, médicos, escritores, artistas, pero siempre los distingue su mesura, su sensatez. Son como flores humanas de fragancia celestial. Tienen cuerpos y nombres terrenales. Y hay gente que tiene el privilegio de conocerlos.
Anónimo
4 comentarios:
Gracias por tu comentario, me da ánimo para seguir. El texto de los ángeles (para mi Ángeles, como sabes...) me ha puesto a pensar en positivo.
Quienes crean en ángeles no deberían perderse el cielo sobre Berlín.
Quienes deseen toparse con seguridad con ellos, acudir a bibliotecas :-)
Elena, como dice el final del texto, siempre hay gente que ha tenido el privilegio de conocer a Ángeles en su vida.
Leve, las bibliotecas tienen algo especial... como la de la película city of angels que enlazo en la entrada.
Los ángeles... como se ve en esa escena, es más sentir que creer.
Qué bueno sentir e incluso re-sentir... que en este particular no tiene que ver con las acepciones que otorga a la palabra la Real Academia de la Lengua, sino con sentir al cuadrado, y al cubo, y... ¡a la enésima potencia! ;-)
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